Gene Rosellini, descubriendo la vida del hombre primitivo

Uno de los personajes más extravagantes que se dejaron atrapar por Alaska, Rosellini fue un joven de familia acomodada, cuya personalidad se saltaba todas las convenciones. Sobrino del gobernador de Washington,  Albert Rosellini, estudió antropología, historia y filosofía. 

De joven, Gene Rosellini había sido un estudiante brillante y un buen atleta. Era un lector insaciable, practicaba el yoga y llegó a ser un experto en artes marciales. Tras sacar unas notas de bachillerato muy altas, se matriculó primero en la Universidad de Washington y luego en la de Seattle, donde realizó extensos estudios de antropología, historia, filosofía y lingüística y acumuló centenares de créditos que no se molestó en convalidar para obtener el correspondiente título académico. 

No veía ninguna razón para hacerlo. Sostenía que la búsqueda del conocimiento era una actividad que tenía valor en sí misma, sin necesidad de validación externa alguna. 
 Un ejemplo claro de la actitud que caracterizaría sus actos.
Exprimía al máximo los objetivos, con rigurosidad obsesiva, hasta sentir que era el momento de renovar motivaciones.

Al cabo de pocos años, Rosellini dejó la universidad, abandonó Seattle y se encaminó hacia el norte por la costa. Atravesó la Columbia Británica, fue subiendo por la estrecha franja del estado de Alaska que se interna en Canadá, y en 1977 alcanzó Cordova. Allí en un bosque decidió que consagraría su vida a un ambicioso experimento antropológico.

Allí empezaría a ser conocido por el sobrenombre de el Alcalde de la Ensenada Hippie ya que, aunque iba por libre, compartía espacio con otros jóvenes asentados en la bahía, que andaban al acecho de un empleo durante la temporada de pesca.

Un hombre muy inteligente que decidió y se dedicó a un experimento antropológico y que aun no se conocen los motivos exactos de su muerte.

¿Porque decidió emprender este experimento?

Quería saber si era posible prescindir de la moderna tecnología. Quería averiguar si los humanos podían vivir tal como lo había hecho el hombre prehistórico en los tiempos en los que los mamuts y 
pterodáctilos poblaban la Tierra. Si la especie humana se había alejado tanto de sus orígenes que le era imposible sobrevivir sin la pólvora, el acero o cualquier otro invento de la civilización. Su meta era regresar al estado natural del hombre


Hartney Bay, Cordova
Su supervivencia en el bosque

Fue probando con la tecnología de diferentes épocas: la Roma Antigua, la Edad de Hierro, Edad de Bronce y adoptó un estilo de vida con elementos del Neolítico. Se alimentaba de raíces, bayas y algas marinas, cazaba con lanzas y trampas, pescaba con arpones y soportaba los crudos inviernos de Alaska con harapos. Se alojo en una pequeña choza que el construyo. Cuando no estaba buscando alimento se dedicaba al ejercicio físico.


El final de su aventura


El experimento se alargó durante más de una década, pero al final consideró que la pregunta que lo había inspirado ya había sido respondida. En una carta a un amigo escribió:


"Empecé mi vida de adulto con la hipótesis de que sería posible adoptar las costumbres del hombre de la Edad de Piedra. Durante mas de 30 años, me instruí y entrené a mi mismo para alcanzar esta meta. En los últimos diez años, puedo decir que he experimentado con verismo la realidad física, mental y emocional de la Edad de Piedra”. 

Esta es una historia muy interesante sobre un hombre que quiso vivir como en la edad de piedra. Está extraído del libro"Hacia Rutas salvajes" de Jon Krakauer. 

También agregaría:

"Para tomar prestada una expresión budista, al final tuve que enfrentarme cara a cara con la pura realidad. He aprendido que es imposible que los seres humanos tal como los conocemos en la actualidad sean capaces de vivir como recolectores y cazadores."

Con la atención obsesiva por los detalles que suele ser propia de los caracteres obstinados, Rosellini desterró cualquier utensilio o producto artificial de su vida salvo las herramientas más primitivas, que él mismo confeccionaba con los materiales que encontraba en el lugar.


Como si subsistir con las normas que se había auto impuesto no fuera lo bastante agotador, Rosellini hacía ejercicio físico de un modo compulsivo cuando no estaba buscando alimento. Hacía gimnasia, levantaba pesos y corría, a veces con piedras cargadas a la espalda. En la entrevista, explicaba que durante un verano normal recorría 30 kilómetros diarios. 

Parecía aceptar con serenidad el fracaso de su hipótesis. A los 49 años anunció alegremente que había «redefinido» sus metas y que lo siguiente que se proponía era «dar la vuelta al mundo, sobreviviendo con lo que lleve en la mochila». 

«Quiero recorrer de 30 a 40 kilómetros diarios siete días a la semana durante 365 días al año.»

El viaje nunca llegó a concretarse. En noviembre de 1991, el cuerpo de Rosellini fue descubierto boca abajo en el suelo de la choza con un cuchillo clavado en el corazón. El médico forense estableció que él mismo se había infligido la puñalada. 

No se encontró ninguna nota de suicidio. Rosellini no dejó pista alguna sobre el motivo por el cual había decidido poner fin a su vida y de qué modo. Lo más probable es que nunca lo sepamos.

Fuente: Libro: "Hacia Rutas Salvajes" de Jon Krakauer.     Jungcurrents.com/     Eldiario.es